El niño y el pelotero

¿Qué es más difícil?
* Sacar las cuatro cifras de la quiniela.
* Sacar como Andy Rodick.
* Sacar un turno en un hospital público.
* Sacar una espina de la pata de un león.
* Sacar la corrupción de la médula ósea de los políticos.

La semana pasada, cuando llevé a mi hijo a una casa de juegos infantiles, comprobé que no hay nada más difícil que sacar a un niño de un pelotero. Cuando llegó la hora de partir, me acerqué a ese castillo enorme repleto de niños descontrolados que perdieron la noción del tiempo y del mundo real.

Primero lo llamé suavemente. Luego elevé la voz, y por último empecé a gritar, saltar y sacudir los brazos de un lado para otro. Desistí cuando noté que todos los demás padres interrumpieron sus conversaciones para observarme con asombro.

Enseguida me senté, y con la cabeza gacha me pregunté en silencio: ¿Por qué es tan difícil hacerlo salir?

Y descubrí que el pelotero tiene un significado para los padres, y otro muy diferente para los niños. Es decir; lo que para el padre es una estructura de caño envuelta con una red, y con 2.500 pelotas en su interior, para el niño es un sueño hecho realidad. Es el paraíso de la alegría y de la diversión. Es un reino donde no hay reglas, obligaciones ni autoridad y cuyos habitantes solo juegan y ríen.

Por eso, cuando un padre dice: "Dale que nos tenemos que ir," en realidad está diciendo: "Terminemos con este suplicio y vayamos a casa que tengo muchas cosas que hacer." Sin embargo, para el niño, esta misma orden se traduce como: "Tenés que abandonar este mundo maravilloso de la risa y el entretenimiento para ir a casa, así te reto y te miro con cara de culo todo el tiempo." En ese momento entendí que era imposible esperar que el niño saliera de buena gana.

Por eso me relajé, guardé la calma y me puse a idear un método de extracción que cumpla con las siguientes condiciones:

a) Que no me ponga en ridículo.
b) Que no provoque un caos en el interior del pelotero.
c) Que no salpique mucha sangre.

Entonces comencé a estudiar las opciones:


OPCIÓN Nº 1: Amenazarlo con privaciones.

Se le puede decir:
a) - Si no salís ya, no te dejo ver televisión ni jugar a los videos.
b) - Lo único que ganas con esta actitud es que no te traiga nunca mas.
c) - Mirá que no te doy de comer, ni te demuestro amor ni cariño hasta el día de mi muerte.


OPCIÓN Nº 2: Persuadirlo con un ofrecimiento mas atractivo y seductor que el mismísimo pelotero.

En ese caso diríamos:
a) - Si salís te compro un juguete.
b) - Dale, salí que nos vamos a otro pelotero mas grande y divertido.
c) - Si salís ahora, te dejo fumar como el abuelo.


OPCIÓN Nº 3: Utilizar la psicología.

Podríamos decir:
a) - Mirá, el pelotero está repleto de nenes y tenés que salir así pueden entrar otros chicos que están esperando hace mucho tiempo.
b) - ¡Ya no entra nadie mas!, salí un ratito hasta que se vacíe un poco.
c) - Tenés que salir, porque encima de que el pelotero está saturado de niños, aquella chica soltó una víbora gigantesca que está escondida debajo de las pelotas.


La verdad es que ninguna de estas opciones me garantizaba el éxito seguro. Todo lo contrario, corría el riesgo de provocar un motín dentro del pelotero, involucrando niños que nada tienen que ver con el conflicto, o en su defecto, me obligaba a desembolsar unos buenos billetes para cumplir con todo lo que le había prometido. Entonces, ¿cómo hago?

La respuesta me la dio la coordinadora del pelotero, que después de nombrar a todos los chicos que debían salir, dijo: "A todos los nenes que salgan ordenadamente se les dará un premio." De inmediato los niños nominados comenzaron a salir ordenadamente en fila, mientras recibían un caramelo de regalo. ¡Un caramelo!, ¡Como puede ser que no se me haya ocurrido!

En fin, los adultos nos preocupamos por la economía domestica, por la administración de nuestro tiempo y por lograr la materialización de nuestros proyectos. Sin embargo debemos reconocer que la adultez nos quita la capacidad de reparar en las cosas más simples y sencillas.

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